Las empresas B buscan ser parte de la solución a los grandes problemas del mundo; uno de los impulsores del sistema explica cómo funcionan y por qué cambiaron el paradigma en torno al lucro.
Redefinen el sentido del lucro: su razón de ser es dar respuesta a un problema común. Tienen un propósito ambiental, social o cultural, pero no son ONG, trabajan con la fuerza del mercado. Las “empresas B” no aspiran a ser las mejores del mundo, sino a ser “las mejores para el mundo”.
Las “empresas B” no aspiran a ser las mejores del mundo, sino a ser “las mejores para el mundo”.
Impulsor del movimiento, Pedro Tarak integra el directorio de Guayakí, cuyo propósito es la regeneración de la selva misionera y ampliar las capacidades de las comunidades indígenas que dependen de ella. En diálogo con El Empresario, explicó la fuerza de esta nueva corriente de 1.300 empresas que facturan US$ 16.000 millones anuales en 41 países.
¿Por qué surgen las empresas B?
Los sistemas de producción de vida se están reduciendo por acción humana; el caso más evidente y comprobado es el cambio climático. ¿Sabemos gestionar nuestra convivencia con el riesgo de esa incertidumbre? Ya no solo es un tema moral, tiene que ver con la gestión de la convivencia. En un contexto ya no solo de escasez, sino también de finitud de los recursos, todos nos veremos afectados. Esto cambia la consciencia.
¿Eso es lo que suelen llamar el pasaje de una era industrial a una era de la sustentabilidad?
Exactamente. Desde la Revolución Industrial se prioriza el rinde, la productividad y el lucro. Al no considerarse a uno mismo como parte de la sociedad y del ecosistema, sufrimos las consecuencias todos. Si sos empresa, tu propósito es el lucro, si sos ONG es hacer el bien y si querés hacer el bien a escala macro tenés que hacer política. Esa lógica de pensar en casillas ya no funciona, no es suficiente.
Las empresas incorporaron la responsabilidad social en sus políticas, ¿cuál es la diferencia?
Eso es destinar un porcentaje mínimo de mi lucro a aquello que me parece bueno para la sociedad y la tierra, pero responde a la era de los fragmentos mentales y no nos está resultando. Ya tampoco se trata solo de ser responsables, sino de ser “respondientes” (responsive) a la realidad y no de un modo íntegro solamente según alguna moral establecida por la cultura o alguna religión, sino «integrado».
Lo que dice supone un cambio de estructura. ¿Cómo se procesa?
Las formas disponibles que tenemos para organizarnos siguen siendo las mismas de hace 200 o 300 años: la SA, la SRL (luego también la cooperativa), cuyo mandato legal es priorizar los derechos del accionista. Y eso se expresa maximizando dividendos y minimizando costos, hasta donde la ley exige o hasta donde la consciencia lo pida. Necesitamos una nueva estructura, una genética empresarial nueva. Pero sin soslayar el valor tremendamente importante de los accionistas. El pensamiento inmediato es que los ricos son el problema y que tenemos que eliminar las empresas. Pero de eso no se trata, sino de ampliar la obligación jurídica fiduciaria y de protección del grupo de interés más allá de los accionistas. Eso es lo que se hace en una empresa B.
Necesitamos una nueva estructura, una genética empresarial nueva.
Por eso incorporan el propósito en el estatuto. ¿Cómo puede constituirse una empresa B?
Hay una herramienta que se nos provee desde Sistema B y desde B-Lab (los originarios de esta nueva figura empresarial) que se llama Evaluación del impacto B. Es 360° y hace una cantidad de preguntas, por ejemplo: si hay políticas de compra a empresas cuyo paquete accionario mayoritario sea de mujeres. No es un requisito, solo te lo preguntan. Es confidencial, online y gratis, cualquiera lo puede usar. Hay que obtener 80 de 200 puntos y someterse a evaluación cada dos años. Tenemos que ser muy transparentes.
¿Y qué forma jurídica adoptan?
No existe el tipo legal “empresa B”, entonces, se hace por pacto de accionistas o reforma de estatutos por contrato privado. Esta semana juristas y abogados de la región nos reunimos con Bill Clark, el creador jurídico de esta nueva genética empresarial que ya está en 30 estados de EE.UU. Porque hay proyectos de ley en Colombia, Argentina, Chile, Italia… Antes de que empiecen a prosperar, queremos ponernos de acuerdo en los lineamientos esenciales.
¿Cómo hace Guayakí para cumplir su propósito?
La yerba mate es una especie pionera que ayuda a que vuelvan las otras especies. Guayakí compra pagando entre cuatro y seis veces más la que es plantada o cosechada por pequeñas comunidades aborígenes en zonas degradadas o regeneradas. Esa yerba la exportamos a granel a EE.UU. y se convierte en 21 productos, entre ellos, bebidas energéticas. Es más cara que la competencia y la compra el nicho de mercado que está dispuesto a pagar el valor adicional por los servicios ecosistémicos y sociales que significa esa compra. Medio kilo de yerba son en total 573 gramos de carbono neto secuestrado. Entonces, no es mitigar tu huella, ni neutralizarla, es ser parte de la solución.
¿Y con eso genera ganancias?
Sí, el lucro es muy importante. La facturación es de US$ 30 millones anuales y crece a un 30% anual.
¿Qué otras van por ese camino?
La empresa B más grande es la brasileña de cosméticos Natura, que cotiza en bolsa. Factura más de US$ 3.600 millones anualmente y hace venta directa con mujeres de productos de la selva amazónica. En la región hay muchas B. La chilena Cerco trabaja en la construcción, pero su propósito es bajar la tasa de reincidencia de la criminalidad. En el mundo hay US$ 3.000 millones de inversores dispuestos a poner dinero en empresas con propósito. Y las B califican mucho mejor.
Por Marcela Dobal para El Empresario de El País.