Según el CEO de Oincs, Marcelo Wilkorwsky, se necesitan personas con garra y creatividad para solucionar lo que los gobernantes no han sabido cómo.
Generalmente cuando hablamos de comenzar un nuevo emprendimiento nos centramos en el producto o servicio que vamos a comercializar, en las proyecciones financieras, tamaño del mercado, necesidades de inversión, escalabilidad y la mar de coche.
Y está muy bien, es lógico querer que nuestro negocio sea exitoso. Pero, ¿son únicamente las variables económicas las que determinan el éxito de un proyecto y las que impulsan nuestro motor emprendedor? ¿O puede haber algo más?
En Uruguay se está viviendo un fenómeno emprendedor muy copado, cada vez hay más gente que se anima a dar ese gran paso y decir: ¡Voy a emprender!
Yo soy un emprendedor. Lo he sido desde muy chico; lo fui incluso sin siquiera saber lo que significaba esa palabra. Al día de hoy puedo decir que me alegra que se haya puesto tan de moda el emprendedurismo, porque ha ayudado a que cada vez seamos más los apasionados por crear cosas de la nada, los que nos damos la cabeza contra pared (pero igual seguimos adelante) y los que nos animamos a tomar riesgos, porque eso es en parte lo que significa emprender, ¿verdad?
En octubre de 2015 estuve en Washington DC participando del Demands Solutions, un evento de organizado por el BID en el que fuimos seleccionados, con Oincs, entre 200 postulantes de 19 países como unos de los 15 innovadores urbanos de la región. Allí competimos y fuimos (lo digo con mucha alegría) la startup más premiada de la noche. Uno de los premios que ganamos fue participar de Agora Partnerships, una aceleradora que ayuda a hacer crecer a emprendedores que intencionalmente generan negocios destinados a resolver problemas sociales y medioambientales en América Latina.
Quizás muchos se pregunten qué es un emprendimiento social. Nuestra querida Wikipedia lo define así: “El Emprendimiento Social es la construcción, evaluación y persecución de oportunidades para el cambio social transformativo llevado a cabo por individuos visionarios y dedicados”.
Una de las sedes de Agora Partnerships se encuentra en Nicaragua, lugar donde estuve conviviendo durante una semana junto a otros emprendedores sociales de Latinoamérica y el Caribe. Fue una experiencia increíble, llena de aprendizajes y de apertura mental. Conocí gente única, cuyo principal propósito es mejorar la calidad de vida de su comunidad, mejorar el medio ambiente y además, hacer de ello un negocio económicamente sustentable. Esto sí que es la definición de un WIN-WIN, ¿no?
Por ejemplo, algunos de ellos se dedicaban a mejorar la calidad de vida de pescadores artesanales a través de la venta de productos sustentables con gran valor agregado, o empoderar a mujeres de comunidades empobrecidas para transformar materiales reciclados en accesorios de moda únicos o crear cosméticos orgánicos que promueven la conservación ecológica, la preservación cultural y la equidad de género.
Mi intención es animar e invitar a otros emprendedores uruguayos a que incorporen el factor social dentro del mix de sus emprendimientos; al menos a tenerlo en cuenta. Somos emprendedores y tenemos en nuestras manos la capacidad generar cosas buenas, de resolver problemas y de lograr cambios positivos en nuestro entorno, y por qué no, en el mundo.
Se necesitan personas con garra, ingenio y creatividad que solucionen lo que los gobernantes hasta ahora no han sabido cómo. Las personas nunca estuvieron tan empoderadas como en la actualidad, y con el simple hecho de pensar que somos en potencia un agente de cambio, ya es un buen comienzo.
Por: Marcelo Wilkorwsky CEO y Co-fundador de Oincs.