Una nueva mirada sobre la economía propone ampliar la tradicional forma de desarrollo de actividades productivas, cuyo eje central ha sido tradicionalmente la creación de riqueza para sus dueños, a un desarrollo económico que incorpore estándares de transparencia, desempeño social e impacto ambiental positivo.
Es así como ha aparecido un nuevo modelo empresario, las denominadas empresas B o BCorps, según su denominación en inglés. Buscan conciliar de un modo integrado el desarrollo económico y social, al igual que la protección del ambiente. Se trata de una nueva identidad de mercado, combinada con una marca colectiva, además de la individual, con un nuevo tipo legal alternativo a la sociedad limitada. Las empresas B poseen una “misión” o un propósito en su génesis que da sentido a su existencia y que guía la toma de decisiones. Redefiniendo el concepto de éxito en los negocios, estas noveles empresas, antes que las mejores “del mundo”, buscan ser las mejores “para” el mundo.
Las empresas B o BCorps buscan conciliar de un modo integrado el desarrollo económico y social, al igual que la protección del ambiente.
El criterio uniforme utilizado a nivel mundial para considerar que una empresa sea B exige tres condiciones:
– Que incluya en su objeto societario, además de la propia actividad que desarrollará, la generación de un impacto social y ambiental determinado.
– Que su misión repercuta en su forma de gobierno y administración, en tanto deberá atender el interés de empleados, clientes, proveedores, comunidad y el medio ambiente, además del de los socios y accionistas.
– Que sea transparente en la gestión, con publicación de reportes anuales auditados por terceros independientes.
Surge así una visión positiva de una manera radicalmente diferente de hacer negocios. Este cambio de paradigma importa una evolución de la tradicional división binaria entre organizaciones con fines de lucro -que tienen como objetivo, muy genuino por cierto, la generación de ganancias para ser distribuidas entre sus socios- y las organizaciones sin fines de lucro. Este nuevo actor alienta la “producción” de bienes sociales y ambientales, además de los económicos y financieros.
Varios proyectos dirigidos a reconocer la figura legal para estas empresas aguardan aprobación legislativa en distintos países. En los Estados Unidos ya 30 estados contemplan su funcionamiento con el nombre de benefit corporation. Hay también leyes que reconocen estructuras corporativas similares, pero que no se ajustan estrictamente a los tres elementos que las caracterizan.
Estas empresas pueden desarrollarse, pues no contrarían ninguna norma, pero sería deseable que recibieran un expreso reconocimiento legal por su particular modalidad dentro de las sociedades comerciales. En Argentina, se ha trabajado para unificar dos proyectos dirigidos a este objetivo: uno, de la diputada nacional Cornelia Schmidt Liermann y otro denominado “Proyecto sociedades B”, a cargo de un grupo de abogados que trabaja con un Sistema B Argentina y que parece ser fiel a la legislación originaria, proponiendo la creación de la figura que requiere esta nueva tipología dentro de la legislación societaria.
Cabe elogiar a los legisladores que entienden la importancia de dar rápida respuesta normativa a estas nuevas formas, que reflejan la evolución de la economía en todas sus dimensiones humanas en el ADN empresarial. En la medida en que, como sociedad, tomemos conciencia de cuán urgente resulta preservar los ya exiguos recursos del planeta y al mismo tiempo reducir la inequidad social se abrirán alternativas de innovación económica que no sólo promoverán la prosperidad de las generaciones actuales y futuras, sino que ofrezcan soluciones concretas para el mundo y la Tierra desde el modelo mismo del negocio.
en los últimos tres años se han creado casi 200 empresas B en América latina.
En el mundo ya hay casi 1300 empresas B, con facturación anual colectiva, superior a los 16.000 millones de dólares. Y gracias a la acción del Sistema B, en los últimos tres años se han creado casi 200 empresas B en América latina, que rondan los 6000 millones de dólares de facturación colectiva anual. Todo indica que juntas se convertirán en un nuevo sector económico creador de bienes públicos no estatales y privados al mismo tiempo. Una fórmula ideal para complementar desde el mercado las tareas imprescindibles de los Estados.
Fuente: La Nación.